domingo, 31 de enero de 2010

Mi infancia

Lo que más recuerdo de mi infancia es la cara de mi madre, que siempre estaba conmigo para cuidarme. Recuerdo su hermosa sonrisa que me despertaba cada día... Esa alegría con la que me ayudaba a dar mis primeros pasos y preocupación cuando me veía caer. Nunca olvidaré esos ojos azulados que parecían un océano profundo en el que todo se hunde y ni siquiera puede sobrevivir un buen marinero.
El primer marinero que se hundió en esas aguas fue mi padre, completamente hechizado y capaz de hacer cualquier cosa para darle a mi madre la felicidad que merecía. También había unos náufragos que pretendían conquistar su corazón, pero ella era fiel a sus sentimientos, amaba a mi padre con toda el alma, que le había entregado con el primer beso.
Casi no recuerdo la cara de mi padre. Era un personaje muy importante en el mundo político y siempre estaba fuera de casa. Solo había dos o tres días al mes en los que nos reuníamos todos alrededor de la mesa para comer , y luego pasábamos un ratillo charlando, jugando hasta la tarde cuando todos los niños nos teníamos que acostar para darles a  nuestros padres un poco de intimidad, ya que ellos tampoco pasaban mucho tiempo juntos y con lo mucho que se querían necesitaban de vez en cuando estar un rato a solas.

"...Murieron luego mis padres,
Dios en el cielo los tenga..."


Apenas tenía 6 años cuando murió mi padre, y unos 20 cuando murió mi madre... 




miércoles, 27 de enero de 2010

El comienzo...


La historia que os voy a contar empezó una fría y lluviosa tarde, 14 de septiembre 1580, en casa de un hidalgo, cuyo nombre fue conocido en toda la provincia de Madrid, donde vivía con su esposa.
Pedro Gómez de Quevedo fue un personaje muy importante - primero secretario de la Reina Ana de Austria, después Escribano de Cámara de los Reyes. Allí conoció a María de Santibañez, una mujer hermosa que tenia cara de ángel y unos ojos azules que con una mirada consiguieron enamorar a Pedro. María lo correspondía asi que sin perder más tiempo decidieron casarse.


"...Nací tarde, porque el sol
tuvo de verme vergüenza..."



Aquella tarde llovía sin parar, y junto con el sonido de las gotas de lluvia, que caían en los cristales se oían los gritos y suspiros de María, que en este momento con todas sus fuerzas continuaba el papel de la madre, que a nadie más que a sus hijos quiere en el mundo. Las lágrimas, que se deslizaban por sus mejillas eran las de alegría. Sólo existe una cosa capaz de recompensarle a una mujer todo el dolor de ser madre y es el llanto de su niño recién nacido.
Me llamo Francisco y yo soy el niño, que aquella lluviosa tarde le di tanta alegría a mi madre. Éste es mi diario y aqui quiero contaros toda mi vida.



Bienvenidos!!!