sábado, 24 de abril de 2010

Primer encuentro


Al día siguiente no la encontré en la universidad... Pasaban días y días sin verla y me iba acostumbrando a vivir con el triste pensamiento de que no la volvería a ver nunca más.


"...Y es verdad, que los hechizos pueden durar años
porque el tuyo todavia no he conseguido olvidarlo..."



Hasta que un día (en el momento cuando menos me lo pude esperar), al salir del cuarto de baño la vi correr, con los ojos llenos de lágrimas, las manos temblando... Su precioso pelo que se me grabó en la memoria recogido en una trenza, estaba completamente destrozado, parecía que no sabía lo que era un peine! Sin pensar mucho decidí seguirla y, cueste lo que cueste, hablar con ella. No tenía que esperar mucho para hacerlo y tampoco me costó tanto. Cuando la chica bajaba con prisa por las escaleras se cayó y con ella todos los libros que tenía en las manos. Solo oí un grito, bajé las escaleras lo mas pronto posible y me acerqué a ella. Estaba en el suelo, los libros tirados por todas partes... Parecía un desastre. No era capaz de levantarse y al verme apenas pudo contener el llanto. Le ofrecí mi ayuda y la aceptó. Todo eso era como un sueño y yo no quería despertarme. La cogí en mis brazos, sus manos se apretaron a mi cuello y al oído me susurró su nombre: Cecilia. Dejó que la llevara a un banco cercano, ya que no quería la ayuda del médico. Pasamos el resto del día sentados en aquel banco. Aunque no quería confesar lo que le pasaba, conseguí que en su preciosa cara apareciera una sonrisa.

Loco por ella


Me quedé parado viéndola marcharse. Ya no pude hacer nada. Cuando el último trozo de su cabello desapareció por la esquina dejando en el aire el olor de jazmín, me di cuenta de que perdí el primer día de clases...
Después de volver a casa ya no fui capaz de hacer nada. Se me quitaron ganas de comer, e incluso de escribir.¡Qué tonto fui! Si la hubiera hablado, quizás ahora estaríamos cenando juntos, con la luz de las velas, un buen vino y hasta un poco de poesía... Le recitaría algún poema, así de momento, que teniendo una musa como ella seguro que me llegaría la inspiración. Pero ¿qué más da pensar ahora en eso? Lo mejor que puedo hacer es no repetir ese error cuando la vuelva a ver. Que ya no es que solo he perdido las clases... He perdido la razón... ¡Me he vuelto loco! Loco por ella...

sábado, 3 de abril de 2010

Que decepción...


No sé cuánto tiempo pasé allí. Sin perderla de vista me senté en un banco cercano y empecé a inventar motivos para acercarme a ella. No sabia cómo actuar, qué hacer o decir para comenzar la conversación. Mi cabeza estaba llena de ideas, pero cada una parecía más primitiva que otra. Pensaba en preguntarla cualquier cosa: qué hora es, cómo llegar a la biblioteca, o hasta en insinuar un desmayo, sólo para que me hiciera caso, para que me regalara una mirada, un gesto que me aproximara a ella. No me atreví a hacer ninguna de estas cosas.