Al día siguiente no la encontré en la universidad... Pasaban días y días sin verla y me iba acostumbrando a vivir con el triste pensamiento de que no la volvería a ver nunca más.
porque el tuyo todavia no he conseguido olvidarlo..."
Hasta que un día (en el momento cuando menos me lo pude esperar), al salir del cuarto de baño la vi correr, con los ojos llenos de lágrimas, las manos temblando... Su precioso pelo que se me grabó en la memoria recogido en una trenza, estaba completamente destrozado, parecía que no sabía lo que era un peine! Sin pensar mucho decidí seguirla y, cueste lo que cueste, hablar con ella. No tenía que esperar mucho para hacerlo y tampoco me costó tanto. Cuando la chica bajaba con prisa por las escaleras se cayó y con ella todos los libros que tenía en las manos. Solo oí un grito, bajé las escaleras lo mas pronto posible y me acerqué a ella. Estaba en el suelo, los libros tirados por todas partes... Parecía un desastre. No era capaz de levantarse y al verme apenas pudo contener el llanto. Le ofrecí mi ayuda y la aceptó. Todo eso era como un sueño y yo no quería despertarme. La cogí en mis brazos, sus manos se apretaron a mi cuello y al oído me susurró su nombre: Cecilia. Dejó que la llevara a un banco cercano, ya que no quería la ayuda del médico. Pasamos el resto del día sentados en aquel banco. Aunque no quería confesar lo que le pasaba, conseguí que en su preciosa cara apareciera una sonrisa.