jueves, 6 de mayo de 2010

Mi amigo Pedro

Hace muchísimo tiempo que no escribo. En junio recibí el grado de Bachiller y me matriculé en Teología.
Desde que hablé con Cecilia por primera vez, no la dejo ni un momento. Siempre estamos juntos: en la universidad y después de las clases. Esos tres años que he pasado viéndola día a día aún más me aseguraron que es la mujer de mi vida. A ella también le gusta pasar el tiempo conmigo, aunque todavía no sabe lo que siento por ella. Solo se lo dije a un gran amigo mío, Pedro Téllez Girón, hijo del II duque de Osuna. El sabe todos mis secretos, le tengo mucha confianza y sé que siempre puedo contar con el.
Lo conocí hace un año más o menos, cuando vino a Madrid con su mujer Catalina Enríquez de Ribera y Cortés Zúñiga, hija de los Duques de Alcalá de los Gazules , una de las más grandes y ricas casas nobiliarias de Andalucía, y además nieta de Hernán Cortés!

sábado, 24 de abril de 2010

Primer encuentro


Al día siguiente no la encontré en la universidad... Pasaban días y días sin verla y me iba acostumbrando a vivir con el triste pensamiento de que no la volvería a ver nunca más.


"...Y es verdad, que los hechizos pueden durar años
porque el tuyo todavia no he conseguido olvidarlo..."



Hasta que un día (en el momento cuando menos me lo pude esperar), al salir del cuarto de baño la vi correr, con los ojos llenos de lágrimas, las manos temblando... Su precioso pelo que se me grabó en la memoria recogido en una trenza, estaba completamente destrozado, parecía que no sabía lo que era un peine! Sin pensar mucho decidí seguirla y, cueste lo que cueste, hablar con ella. No tenía que esperar mucho para hacerlo y tampoco me costó tanto. Cuando la chica bajaba con prisa por las escaleras se cayó y con ella todos los libros que tenía en las manos. Solo oí un grito, bajé las escaleras lo mas pronto posible y me acerqué a ella. Estaba en el suelo, los libros tirados por todas partes... Parecía un desastre. No era capaz de levantarse y al verme apenas pudo contener el llanto. Le ofrecí mi ayuda y la aceptó. Todo eso era como un sueño y yo no quería despertarme. La cogí en mis brazos, sus manos se apretaron a mi cuello y al oído me susurró su nombre: Cecilia. Dejó que la llevara a un banco cercano, ya que no quería la ayuda del médico. Pasamos el resto del día sentados en aquel banco. Aunque no quería confesar lo que le pasaba, conseguí que en su preciosa cara apareciera una sonrisa.

Loco por ella


Me quedé parado viéndola marcharse. Ya no pude hacer nada. Cuando el último trozo de su cabello desapareció por la esquina dejando en el aire el olor de jazmín, me di cuenta de que perdí el primer día de clases...
Después de volver a casa ya no fui capaz de hacer nada. Se me quitaron ganas de comer, e incluso de escribir.¡Qué tonto fui! Si la hubiera hablado, quizás ahora estaríamos cenando juntos, con la luz de las velas, un buen vino y hasta un poco de poesía... Le recitaría algún poema, así de momento, que teniendo una musa como ella seguro que me llegaría la inspiración. Pero ¿qué más da pensar ahora en eso? Lo mejor que puedo hacer es no repetir ese error cuando la vuelva a ver. Que ya no es que solo he perdido las clases... He perdido la razón... ¡Me he vuelto loco! Loco por ella...

sábado, 3 de abril de 2010

Que decepción...


No sé cuánto tiempo pasé allí. Sin perderla de vista me senté en un banco cercano y empecé a inventar motivos para acercarme a ella. No sabia cómo actuar, qué hacer o decir para comenzar la conversación. Mi cabeza estaba llena de ideas, pero cada una parecía más primitiva que otra. Pensaba en preguntarla cualquier cosa: qué hora es, cómo llegar a la biblioteca, o hasta en insinuar un desmayo, sólo para que me hiciera caso, para que me regalara una mirada, un gesto que me aproximara a ella. No me atreví a hacer ninguna de estas cosas.

domingo, 28 de febrero de 2010

El primer día

Ese día lo voy a recordar toda mi vida. Llegué a la Universidad con un pequeño retraso y me dirigí hacia la puerta del aula, donde ya había empezado la clase del hebreo. Iba corriendo para entrar lo más pronto posible y... fue entonces cuando la vi... Estaba sentada en el suelo; su pelo rubio, recogido en una trenza se le deslizaba por la espalda hasta perderse entre los volantes de la falda que tenía puesta. Permanecí inmóvil, observándola y en el fondo convenciéndome a mí mismo de que no valía la pena darme prisa. Me quedé allí, impresionado por la hermosura de la mujer: boquiabierto e incapaz de hacer un paso hacia ella.


Mis primeros pasos en la Univesidad

¡Por fin me inscribí en la Facultad de Artes y Filosofía en la Universidad de Alcalá de Henares! Ahora puedo empezar a estudiar diversas lenguas, que allí en el colegio no era posible, porque solo enseñaban latín, griego y francés. Creo que voy a elegir todos los que sean posibles, ¡hasta el hebreo! Solo tengo que informarme si las clases no van a estar en contradicción, porque además de idiomas voy a estudiar filosofía, dialéctica, lógica, física y muchas más así que es muy probable que algunas empiecen a la misma hora...Y no quiero resignar de ninguna de las asignaturas que he elegido. Me temo que voy a tener muy poco tiempo libre, pero no me importa mientras llevo conmigo un trozo de papel y un simple lápiz, guardados en un bolsillo y preparados para usarlos en cualquier momento, cuando llegue la inspiración... Eso es lo que más me gusta hacer. ¡Escribir!

miércoles, 3 de febrero de 2010

¡A estudiar!


Empecé mis estudios en el Colegio Imperial de la Compañía de Jesús, donde se educó la mayoría de la nobleza, pues era el colegio con más prestigio.
Desde los primeros días que pasé allí pude observar cómo funciona el mundo de la sociedad alta. En realidad no fue el rey el que mandaba en el país, ni el director el que mandaba en el colegio... Todo lo dominó el maldito dinero...
Poco a poco me iba acostumbrando a la presencia de unos medio tontos en mi clase que ni eran capaz de aprender una simple frase en latín o griego. Andaban por todo el colegio con caras llenas de orgullo y vestidos en la mejor ropa siguiendo la moda francesa y creyéndose los más poderosos. No quería tener nada que ver con esos imbéciles, pero era bastante difícil, ya que todos procedíamos de familias nobles y en aquellos tiempos eso fue lo que más importaba. Me daba rabia que me consideraran uno de ellos y en poco tiempo empecé a pasar de largo al encontrarme con alguno.